miércoles, 29 de julio de 2020

El tren de Hitler: AMERIKA


Con 1200 toneladas de peso, 430 m de largo y la más alta tecnología de la época, Amerika, el tren de Hitler, era un búnker sobre rieles.

Adolph Hitler, tristemente famoso por sus ansias de dominio, conquista y exterminio que tan fatídicamente impactaron al mundo— comprendió, allá por los años 1930, cuando consiguió fama, primero como canciller de Alemania y luego como Führer, que tenía que moverse rápido por todo el país, acercarse a la gente, divulgar su ideología y convencer.

El tren resultó ser un medio ideal para este objetivo, pero en 1937 Hitler decidió que su status abogaba por un tren que se emparejara con su “grandeza” y ambiciones.

Era habitual que al llegar el Führer a una estación ferroviaria fuese recibido por una avalancha de admiradores, quienes se empeñaban en saludarlo y hasta estrechar su mano, por lo que sus guardaespaldas temían que en esas circunstancias algún no simpatizante atentara contra su vida.

Disponer de un tren especial que protegiese a Hitler de la multitud y sus peligros y de otras amenazas, era una necesidad impostergable. No iba a ser el primer gobernante en poseer un tren privado, era el caso de Mussolini (1). Entonces, Hitler encargó al Deutsche Reichsbahn, la compañía ferroviaria alemana, construir el suyo.

¿AMERIKA?
Los estudiosos de esta figura histórica afirman que para Hitler, América era un símbolo de aniquilación y conquista, de manera que no existía un nombre mejor para bautizar al que devino un verdadero cuartel militar durante el conflicto bélico(2) que el paranoico dictador desató con tal de satisfacer sus torcidos intereses.

UN TITÁN DE ACERO
Les presento a Amerika, el Führersonderzug (el tren especial del Führer), un tren equipado con dos locomotoras.

Amérika fue un tren inexpugnable, un pueblo sobre rieles como muchos lo caracterizan, capaz de viajar a velocidades de hasta 120 km, una herramienta de alta prestación que permitió al Führer moverse hacia cualquier punto y estar siempre disponible.

Sin proponérselo, con su tren especial Hitler estableció una tendencia, y poco tiempo después otras figuras relevantes del Tercer Reich (Tercer Imperio) como Hermann Göring, el jefe de la Lutwaffe (3), y Heinrich Himmler, jefe de las SS (4) también habilitaron sus trenes privados.

Al comenzar la Segunda Guerra Mundial eran 25 los trenes especiales en la Alemania nazi, con nombres inspirados en el tren del Führer, como Asia, África, Atlas, Atlántida, Prusia…  tal parecía que el Tercer Reich ya se había adueñado del mundo entero y hasta de su historia.


ANATOMÍA DE AMERIKA.
De acuerdo a las necesidades de traslado, número de personas a bordo, ruta y destino, la conformación de Amerika podía incluir entre 10 y 16 vagones, y alcanzar una longitud de 300 a 430 km.

Estos vagones, coches de acero para pasajeros, se habían adaptado a los intereses de Hitler. Habían sido construidos en los años 30 por tres fábricas alemanas de gran prestigio: Henschel, Wegmann y Credé, por lo que no eran blindados; la renovación de los interiores estuvo a cargo de una conocida empresa de diseño interior: Associated Workshop, con sede en Munich, Bavaria.

Todos disponían de un sistema de calefacción y aire acondicionado, lo que en sí ya era extraordinario para la época. A lo largo del convoy se desplegaba la más alta tecnología, incluso para las simples tareas de la vida cotidiana.

Aunque Hilter tenía fama de ser austero y de no exagerar en adornos, sí fue amante de la calidad y la comodidad. Los vagones no tenían nada que envidiar a las habitaciones de un hotel, las paredes eran de madera y el suelo se cubría con terciopelo.

Coches para equipaje, coches-comedor, coches para invitados, coche para la prensa (Pressenwagen)…todo estaba pensado y estructurado en Amerika.

El Befehlswagen, el coche de mando y comunicación, incluía una sala de conferencias y estaba equipado con los medios de comunicación ultramodernos de ese tiempo: teleimpresoras, dispositivos para encriptar mensajes, central telefónica y máquinas ENIGMA (5).

Sin embargo, estos dispositivos solo se utilizaban al llegar a las estaciones donde podían conectarse. Mientras, una potente radio de onda corta (700 vatios) comunicaba al tren con el exterior cuando se encontraba en movimiento.

El noveno coche, justo detrás del coche para invitados, cobijaba baños (con agua fría y caliente) y peluquería. Era el Badenwagen, un vagón que le fue obsequiado al Fúhrer por la Reischbahn con motivo de su cumpleaños 50, el 20 de abril de 1939.

EL COCHE DE HITLER
Y llegamos al coche privado de Hitler, el Führerwagen, con sus 63 toneladas de peso que hacían pensar que estaba extremadamente blindado.

El coche en cuestión era un Pullman DRB (6).El vagón se estructuraba de la siguiente manera: una antecámara custodiada por dos guardaespaldas, una sala con una gran mesa y sofás, la habitación con una cama individual, un baño de mármol, tres habitaciones para huéspedes, un cuarto de ducha y, al final, otra antecámara con otros dos guardaespaldas.

Mención aparte requiere el baño de Hitler, un baño que exigió un subsuelo de hormigón armado para soportar su considerable peso extra al ser enteramente de mármol, con bañadera y pilas enchapadas en oro.

LAS LOCOMOTORAS DE AMERIKA
Amerika, al igual que el resto de los trenes especiales, incorporaba dos locomotoras. Mientras Amerika estuvo en servicio, utilizó todo tipo de locomotoras de vapor y también algunas eléctricas.

En esos tiempos, una locomotora de vapor necesitaba de varias horas de preparación antes de estar lista para su faena, pues había que introducir carbón y encenderlo para calentar los 27 000 litros de agua de la caldera y llevarla a la presión necesaria.

Una locomotora de vapor permitía unos 300 km de autonomía como máximo, después de 150 km había que empezar a preparar el cambio por otra. Se desenganchaba la vacía y se enganchaba la llena, un proceso que demoraba un par de minutos. En recorridos largos, se repetía el cambio múltiples veces.  

La más destacada de las locomotoras de vapor utilizadas por el Führersonderzug fue la famosa BR52, que apareció en 1942.

Apodada Kriegslok (locomotora de guerra), la BR52 reformuló los métodos de fabricación porque era simple: estaba soldada, no había remaches lo cual la abarataba, la caldera era un cilindro liso. Se ensamblaba rápidamente con menos mano de obra y menos materiales caros. Se calcula que ahorró 26 toneladas de materiales y 6000 horas de trabajo.

La Kriegslok no solo se fabricó en Alemania sino en todos los países ocupados por la Alemania nazi. Fue probablemente la mayor serie de locomotoras de vapor jamás construida.

DESPUES DE HITLER
Tras la muerte de Hitler, el 30 de abril de 1945, las SS decidieron destruir su vagón personal. Los nazis no querían que el simbólico Führerwagen fuera presa de los Aliados y terminara como un trofeo de guerra. En la tarde del 7 de mayo de 1945 lo llenaron con dinamita, granadas y gasolina y lo explotaron junto a un barranco en Mallnitz, Austria.

El resto de los vagones lograron sobrevivir y se distribuyeron entre Gran Bretaña y los Estados Unidos. En los años 50, fueron devueltos a la Alemania Federal y el entonces canciller alemán Konrad Adenauer, utilizó lo que había quedado del Führersonderzug como su tren personal.

Todos los vagones rescatados, tanto los del tren de Hitler como de otros trenes especiales de dignatarios nazis, fueron renovados, modernizados…y dispersados. Se cuenta que en los años 60, la Reina Isabel II y Los Beatles, sin saberlo, viajaron por Alemania en el que había sido el vagón privado del Ministro de Transportes del Tercer Reich, Julius Dorpmüller.

En la década del 70, el canciller Willy Brandt también dio uso a los vagones de Hitler pero ya para los años 80 dejaron de rodar.

Amerika, Erika, Brandenburg o sencillamente, el Führersonderzug: el tren especial del Führer, no pudo mantener la gloria con la que un día fue investido, mientras recorría majestuoso las líneas férreas del idílico imperio que su amo soñó construir; hoy, unos pocos vagones se almacenan en un museo, albergando quién sabe cuántos episodios de una historia que la Humanidad no debe olvidar… ni repetir.

Créditos | Amparo López Rego

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